lunes, 12 de noviembre de 2007

Castillo de cartas

Hay días en los que la presión me consume. Un día desperté sin ganas de hacer nada, simplemente lo único que quería era quedarme tendido en mi cama. Luego, una mañana pesada, una tarde peor. Ganas de dormir y no despertar jamás, conflictos internos. Un mal sin origen. ¿Qué es lo que me tumbó de esa manera? Pelidecí. Luego, las palabras de un amor y la atención de una buena amiga fueron devolviéndome el color...

Horas más tarde, me encontraba diciéndome a mí mismo una vez más "tienes que descansar". "...descansa, descansa". Encontré sobre la mesa las cartas tiradas que mi hermano había usado para poder armar un castillo. "Lo intentaré", me dije. Pieza por pieza, carta por carta, me concentraba sólo en eso. Quería olvidarme de todo lo demás. Aunque nunca pude armar el castillo de 8 pisos, sé que lo intenté y lo volví a intentar. Luego se me ocurrió algo.

Mi vida es como esa gran castillo de cartas que estuve construyendo. Muchas veces trato de llegar a la cima pero el desequilibrio hace que me caiga. A veces siento que estoy a punto de lograr la perfección, iluso yo. Pero claro, el cielo no se alcanza en un día. Me caigo, pero mientras más intento llegar a las nubes más cerca me ubico. Luego, el cansancio se apodera de mi y abandono por un momento mi objetivo. Le retomo. Me doy cuenta de que cada vez que ese castillo se destruye hay algo que queda en pie: la base. Y sí, es verdad. Quiero reforzar más las bases que me sostienen y avanzar. A veces soy un obsesionado con los logros, tengo que aprender a controlarme. A veces no sé perder, aunque yo diga que sí.

El castillo de cartas... esa es mi gran confesión.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Nunca te rindas

Amiga, nunca te rindas. Sabes que has hecho bastante por lograr lo que quieres, sabes que has conseguido superar muchos temores. Quizás la vida te ponga a prueba a cada instante, pero no desistas en tu camino. Sé que algunas cosas que estás haciendo aún no te convencen del todo, sé que te gustaría estar haciendo otra cosa... sé que tienes una pasión. Te lo he dicho antes: las pasiones son emociones, son la fuerza mágica que nos hace vivir. Nunca la abandones.

Yo cometí el error de dejar de lado las cosas que me gustaban hacer. Hoy las he retomado. Me gustaría, de la misma forma, verte cada día mejor, sonriendo a la vida más, sonriéndote a ti misma. Diciendo "quiero mejorar y lo haré". Tú y yo sabemos que todas las personas en la vida tienen momentos difíciles. Sí, lo sabemos. Sin embargo, mírate... cada día te muestras más brillante, has llegado a hacer cosas que hace unos meses atrás no te imaginaste que llegarías a hacer. Estoy orgulloso de ti.

Has sorprendido a todo el mundo con tu vitalidad y tus nuevas ganas de seguir adelante, cada día das un pasito más, avanzas lento pero firme. Me encanta el sentimiento de superación. No dejes que los comentarios de otros te destruyan. Tómalos como parte de la vida. Durante el camino encontrarás grandes retos y muchos senderos espinosos, sin embargo, al final se encuentra un gran paraíso: tu futuro. No dejes que nada ni nadie te impida seguir avanzando.

Mira hacia el mañana, concéntrate en tu presente, aprende de tu pasado. Mantén los ánimos y no temas al fracaso, que la única razón por la que una persona no gana es porque nunca ha perdido. Si uno no pierde, no gana. No temas al riesgo, simplemente sal al escenario. Las personas te esperan, esperan verte bien. Yo quiero verte bien, realmente me importa.

Y tú ya has ganado. Has superado por fin el miedo que te contuvo durante mucho tiempo, que no te permitía salir adelante. Hoy despegas hacia el mañana, tomas la decisión de salir y sales. Sin temer al público, sin temer al mundo. Si esto continúa así, nunca fracasarás. Porque caerse no es fracasar. Fracasar es quedarse abajo.


Gracias amiga, porque tú me diste fuerzas cuando yo me sentí mal. Hoy entiendo lo que querías decirme y es el turno de que ésta vez te lo diga yo. Gracias.

martes, 6 de noviembre de 2007

51

11:00am. Bola en mano, campeonato en mi universidad. Yo representaba a mi carrera. Frente a la pista, los 10 pinos se alzaban. Miro con determinación, confiado. Lanzo. Canaleta. Lanzo. Canaleta. Una vez más y una vez más, hasta el final. ¿Mi puntuación? 51.

Todos reían, yo también. Extraño los tiempos en los que me defendía con no menos de 160, aunque sea. Pero no importa, hoy aprendí que debo ser constante en lo que haga para ser bueno en lo que me gusta. Así de corto es este post, corto como el juego de hoy.

Punto.